Lectura Bíblica - Día 103 - Viernes - 24-11-2023

Lectura Bíblica - Día 103 - Viernes - 24-11-2023

Job Capítulos 29 y 30.

Job Capítulos 29

Job continuó su proverbio, y dijo: ¡Quién me diera ser como en meses pasados, Cuando Eloah velaba sobre mí! Cuando su lámpara brillaba sobre mi cabeza, Y a su luz yo cruzaba en la tiniebla. Aquellos días de mi vigor, Cuando Eloah era íntimo en mi tienda, Cuando Shadday aún estaba conmigo, Y mis hijos, alrededor mío. Cuando mis pasos eran lavados con leche, Y la roca me derramaba ríos de aceite. Cuando salía a la puerta de la ciudad, Y en la plaza hacía preparar mi asiento. Los jóvenes me veían y se escondían, Los ancianos se levantaban y permanecían de pie. Los magnates detenían sus palabras, Se tapaban la boca con la mano. La voz de los nobles enmudecía, Y su lengua se les pegaba al paladar. Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado, Y los ojos que me veían daban testimonio a favor mío. Yo libraba al pobre que clamaba, Y al huérfano indefenso. Recibía la bendición del menesteroso, Y hacía cantar el corazón de la viuda. Me vestía de rectitud, y esta me cubría, Mi justicia era como un manto y una diadema. Yo era ojos al ciego, Y pies al cojo. Era el padre de los pobres, Y de la causa que no conocía, me informaba con diligencia. Rompía las quijadas del inicuo, Y de sus dientes hacía soltar la presa. Me decía: En mi nido moriré, Y como la arena multiplicaré mis días. Mi raíz se extendía junto a las aguas, Y el rocío pernoctaba en mi ramaje. Mi gloria era siempre nueva, Y mi arco se reforzaba en mi mano. Me escuchaban expectantes, Atentos en silencio a mi consejo. Después de hablar yo, nada añadían, Mis palabras destilaban sobre ellos, Las esperaban como la lluvia temprana, Se las bebían como lluvia tardía. Si me reía con ellos, no lo creían, Y no tenían en menos la luz de mi semblante. Yo les escogía el camino, Y me sentaba como guía entre ellos. Me colocaba como rey entre la tropa, Como quien consuela a los que están de duelo.


Job Capítulos 30

Pero ahora, se burlan de mí los que son más jóvenes que yo, A cuyos padres rehusaba yo prestar los perros de mi rebaño, Pues ¿para qué me servía la fuerza de sus manos, si su vigor había desaparecido? Por el hambre y la miseria andaban solitarios, Royendo la tierra seca en la desolación del desierto, Arrancando bledo entre matorrales, Y alimentándose de raíces de retama. Expulsados de en medio de los hombres, A gritos, como ladrones, Habitando en barrancos espantosos, En cuevas de la tierra y de las peñas, Aullando entre los matorrales, Y apiñándose bajo las ortigas. Generación de necios, Generación sin nombre Han sido eliminados de esta tierra. Y ahora, ¡he venido a ser su cantinela y les sirvo de refrán! Me abominan, se alejan de mí, Y de mi rostro no refrenan su saliva. Por cuanto Él aflojó la cuerda de mi arco, y me ha afligido, Ellos se han quitado el freno frente a mí. A mi diestra se levanta la chusma, Enredan mis pies, Me preparan caminos de destrucción, Atajan mi senda, adelantan mi caída, Y no hay quien los detenga. Irrumpen como por brecha ancha, Y por sobre los escombros se abalanzan contra mí. Los terrores me asaltan de repente, Mi honor es perseguido como por el viento, Y mi prosperidad desapareció como una nube. Ahora mi alma se me derrama, Porque los días de aflicción se han apoderado de mí. La noche me taladra los huesos, Y los dolores que me roen no descansan. Con fuerza poderosa ha desfigurado mi vestido, Y me aprieta como el cuello de mi sayal. Me ha derribado en el fango, Y he quedado como el polvo y las cenizas. Te digo mis lamentos, Y no me respondes, Me pongo de pie, Y te quedas observándome. Te has vuelto cruel para conmigo, Me atacas con la fuerza de tu mano,Me alzas al viento, Me haces cabalgar en él, Y me deshaces en la tormenta. Yo sé que me conduces a la muerte, A la casa destinada para todos los vivientes. ¿No alarga uno la mano al hundirse, O no grita por socorro ante el desastre? ¿Acaso no lloré por el de vida dura, O no se contristó mi alma por el menesteroso? Pero cuando esperaba el bien, vino el mal. Mis entrañas hierven y no tienen sosiego, Han venido a mi encuentro días de aflicción. Ando ennegrecido, y no por el sol, Me levanto en la asamblea, y clamo por ayuda. He llegado a ser hermano de chacales Y compañero de avestruces. Mi piel se ha ennegrecido y se me cae, Y mis huesos arden de calor. Por eso mi arpa es un lamento, Y mi flauta es voz de los que lloran.


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