Estudio Bíblico Jeremías del capítulo 7 al 11

Estudio Bíblico Jeremías del capítulo 7 al 11

  1. Información Histórica y Contextual:

El libro de Jeremías es una colección de profecías, oraciones y narraciones que reflejan la vida y el ministerio del profeta Jeremías, quien fue llamado por Dios para anunciar juicio y esperanza al reino de Judá y a las naciones vecinas. Jeremías profetizó durante el reinado de cinco reyes de Judá: Josías, Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequías, desde el año 627 a.C. hasta el 586 a.C., cuando Jerusalén cayó ante los babilonios. Jeremías vivió en una época de gran agitación política, social y religiosa, marcada por la apostasía de Judá, la amenaza de los asirios y los babilonios, y la destrucción del templo y el exilio del pueblo. Jeremías sufrió mucho por su fidelidad a la palabra de Dios, siendo perseguido, encarcelado, maltratado y rechazado por sus compatriotas. Su mensaje era principalmente de advertencia y condenación, pero también de consuelo y restauración para el remanente fiel.

Los capítulos 7 al 11 de Jeremías contienen una serie de discursos proféticos que Jeremías pronunció en diferentes ocasiones y lugares, pero que tienen un tema común: la denuncia de la falsa confianza del pueblo en el templo, la ley y el pacto, y el anuncio de la ira de Dios y el castigo inminente por su idolatría y desobediencia. Estos capítulos también revelan el conflicto entre Jeremías y los falsos profetas, que engañaban al pueblo con mensajes de paz y seguridad, y el sufrimiento y la angustia de Jeremías por la dureza de corazón de su pueblo y la severidad del juicio divino.

  1. Análisis del Texto:

El capítulo 7 comienza con el llamado de Jeremías a que el pueblo mejore sus caminos y sus obras, y no confíe en palabras de mentira, diciendo: “Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este” (v. 4). Jeremías les recuerda que Dios no se complace en los sacrificios externos, sino en la obediencia a su voz y en la justicia social (vv. 5-7). Les advierte que si siguen haciendo abominaciones, como hurtar, matar, adulterar, jurar en falso e incensar a Baal, Dios hará con el templo lo mismo que hizo con Silo, el antiguo lugar de adoración que fue destruido por los filisteos (vv. 8-15). Jeremías también recibe la orden de no orar por este pueblo, porque Dios no los oirá (v. 16). El capítulo termina con la descripción de la idolatría del pueblo, que hacía tortas a la reina del cielo y ofrecía ofrendas a dioses ajenos, provocando la ira de Dios, que se derramaría sobre ellos sin apagarse (vv. 17-20).

El capítulo 8 continúa con la descripción del juicio de Dios sobre Judá, que incluye la profanación de sus huesos, la espada, el hambre y las enfermedades (vv. 1-3). Jeremías se lamenta de la necedad y la obstinación del pueblo, que no se arrepiente de su maldad, sino que se aferra a la mentira (vv. 4-9). Les reprocha que han cambiado la gloria de Dios por la vanidad, y que han sido engañados por los falsos profetas, que les decían: “Paz, paz; y no hay paz” (vv. 10-12). Jeremías expresa su dolor y su vergüenza por la calamidad que viene sobre el pueblo, y pregunta: “¿Por qué se ha alejado de nosotros la salud?” (v. 15). El capítulo concluye con la imagen de la serpiente que muerde al pueblo, y la voz de Jeremías que clama por la herida de la hija de su pueblo (vv. 16-22).

El capítulo 9 sigue con el lamento de Jeremías, que desea apartarse del pueblo adúltero y mentiroso, y llorar por su destrucción (vv. 1-6). Dios declara que los castigará y los fundirá como en un crisol, porque no hay verdad ni justicia en la tierra (vv. 7-9). Jeremías describe la desolación de la tierra, la ciudad y el monte de Sion, y llama al llanto y al luto a las mujeres (vv. 10-11). Jeremías explica que la causa de la ruina es que el pueblo ha dejado la ley de Dios y ha seguido a los baales (vv. 12-16). Jeremías convoca a las plañideras profesionales para que entonen una endecha por el pueblo, que será cortado y esparcido (vv. 17-22). El capítulo termina con una reflexión sobre la vanidad de la sabiduría, el poder y la riqueza humanas, y el verdadero motivo de gloriarse: conocer y entender a Dios, que hace misericordia, juicio y justicia en la tierra (vv. 23-24).

El capítulo 10 comienza con una contrastación entre el Dios verdadero y los ídolos, que son hechura de manos humanas, sin vida ni poder, y que perecerán en el tiempo de la ira (vv. 1-16). Jeremías expresa su aflicción por el cautiverio que le espera al pueblo, y ruega a Dios que no lo destruya del todo, sino que lo corrija con medida (vv. 17-24). El capítulo termina con la declaración de Dios de que castigará a las naciones que no lo conocen, y que arrasará la tierra por la maldad de sus habitantes (vv. 25-26).

El capítulo 11 contiene la profecía del pacto violado por Judá y la conspiración contra Jeremías. Dios le ordena a Jeremías que proclame las palabras del pacto que hizo con los padres de Israel cuando los sacó de Egipto, y que les exija que las obedezcan, para que les vaya bien (vv. 1-5). Jeremías cumple la orden, pero el pueblo no escucha ni acepta el pacto (vv. 6-8). Dios le revela a Jeremías que hay una conspiración entre los hombres de Judá y los moradores de Jerusalén, que se han vuelto a las maldades de sus primeros padres, y que han invalidado el pacto (vv. 9-10). Por eso, Dios les anuncia un mal del que no podrán salir, y que no los oirá cuando clamen a él (vv. 11-13). Dios le dice a Jeremías que no ruegue por este pueblo, ni interceda por ellos, porque no los salvará (vv. 14-15). Dios le explica a Jeremías que el pueblo lo ha provocado a ira con las obras de sus manos, quemando incienso a otros dioses, y que por eso traerá mal sobre ellos, que no podrán apagar (vv. 16-17). Jeremías se da cuenta de que hay gente que quiere matarlo, y que traman contra él a escondidas (vv. 18-19). Jeremías pide a Dios que se vengue de sus enemigos, y que los destruya con doble destrucción (vv. 20-23).

  1. Referencias Bíblicas:

Algunas referencias bíblicas que se relacionan con los capítulos 7 al 11 de Jeremías son las siguientes:

  • La confianza en el templo como garantía de la protección de Dios se basaba en una interpretación errónea de las promesas de Dios a David y a Salomón (2 Samuel 7:12-16; 1 Reyes 8:10-13). Sin embargo, Dios había advertido que el templo sería destruido si el pueblo se apartaba de él y seguía a otros dioses (1 Reyes 9:6-9; 2 Crónicas 7:19-22). El ejemplo de Silo, donde estaba el arca del pacto y donde Dios se manifestaba, mostraba que Dios no estaba atado a un lugar, y que podía abandonar y destruir su santuario si el pueblo lo profanaba con su pecado (1 Samuel 4:10-22; Salmos 78:60). Jeremías no era el único profeta que anunció la destrucción del templo por la infidelidad del pueblo, sino que también lo hicieron Isaías (Isaías 66:1-6), Miqueas (Miqueas 3:9-12) y Ezequiel (Ezequiel 8-11).
  • La obediencia a la voz de Dios y la práctica de la justicia social eran las condiciones para permanecer en la tierra prometida y disfrutar de sus bendiciones (Deuteronomio 4:1; 6:3; 15:7-11; 24:17-22). Dios se preocupaba por los pobres, los huérfanos, las viudas y los extranjeros, y exigía que su pueblo hiciera lo mismo (Éxodo 22:21-27; 23:9; Levítico 19:9-18; 23:22; Números 15:15-16). Los profetas denunciaron la opresión y la explotación de los débiles por parte de los poderosos, y anunciaron el juicio de Dios sobre los injustos (Amós 2:6-8; 5:10-15; 8:4-6; Isaías 1:16-17; 10:1-4; Miqueas 2:1-5; 6:9-16; Zacarías 7:8-14).
  • La idolatría era el pecado más grave contra Dios, que violaba el primer mandamiento de la ley (Éxodo 20:3-6; Deuteronomio 5:7-10). Dios había prohibido expresamente la adoración de otros dioses, la fabricación de imágenes y la consulta de adivinos y hechiceros (Éxodo 20:23; 22:18; 23:13; Deuteronomio 4:15-19; 12:29-31; 18:9-14). La idolatría traía consigo la contaminación, la corrupción y la maldición sobre el pueblo y la tierra (Levítico 18:24-30; 20:1-6; Deuteronomio 27:15; 28:15-68; 29:16-28). Los profetas condenaron la idolatría de Israel y Judá, y la relacionaron con la infidelidad conyugal y la prostitución (Oseas 1-3; 4:12-19; 8:4-6; 13:1-3; Ezequiel 16; 23; Isaías 57:3-13).
  • La reina del cielo era una deidad femenina de origen mesopotámico o cananeo, identificada con Istar, Astarté o Anat, que se asociaba con la fertilidad, el amor y la guerra. Su culto se practicaba en Judá desde el tiempo de Manasés (2 Reyes 21:3-7), y se intensificó durante el reinado de Joacim (Jeremías 44:15-19). Su culto implicaba la fabricación de tortas con su figura, la quema de incienso, el derramamiento de libaciones y el sacrificio de animales (Jeremías 7:18; 44:17-19). Su culto era una abominación para Dios, que lo castigaría con gran ira (Jeremías 7:20; 44:20-30).
  • Los falsos profetas eran aquellos que decían hablar en nombre de Dios, pero que en realidad hablaban según su propio corazón, o según el espíritu de engaño que Dios les enviaba para probar al pueblo (Deuteronomio 13:1-5; 1 Reyes 22:19-23; Ezequiel 13:1-16). Los falsos profetas contradecían el mensaje de los verdaderos profetas, y les causaban persecución y sufrimiento (1 Reyes 18:4; 22:24-28; Jeremías 26:7-11; 28:1-17; 29:24-32). Los falsos profetas seducían al pueblo con palabras de paz y prosperidad, cuando en realidad venía el juicio y la destrucción (Jeremías 6:13-15; 8:10-12; 14:13-16; 23:9-40; 27:9-10; 29:8-9; Lamentaciones 2:14; Ezequiel 13:10-16; Miqueas 3:5-12; Sofonías 3:4; Zacarías 13:2-6).
  • El pacto que Dios hizo con Israel en el monte Sinaí fue una expresión de su gracia y su amor, que los había liberado de la esclavitud de Egipto y los había elegido como su pueblo (Éxodo 19:3-6; 20:1-2; Deuteronomio 4:32-40; 7:6-11). El pacto implicaba una relación de fidelidad y obediencia entre Dios y su pueblo, basada en los mandamientos, los estatutos y las ordenanzas que Dios les había dado (Éxodo 19:5; 24:3-8; Deuteronomio 5:1-3; 6:1-9; 10:12-13). El pacto también incluía bendiciones y maldiciones, según el pueblo cumpliera o no con las condiciones del pacto (Levítico 26; Deuteronomio 28; 30:15-20). El pacto fue renovado varias veces en la historia de Israel, especialmente bajo Josué (Josué 24), Ezequías (2 Crónicas 29:1-31:21) y Josías (2 Reyes 23:1-25; 2 Crónicas 34:29-33). Sin embargo, el pueblo violó el pacto con su idolatría y su desobediencia, y por eso Dios lo invalidó y lo sometió al juicio (Jeremías 11:1-17; 31:31-32; Oseas 6:7; 8:1).

  1. Enseñanzas y Lecciones Religiosas:

Algunas enseñanzas y lecciones religiosas que se pueden extraer de los capítulos 7 al 11 de Jeremías son las siguientes:

  • Dios no se deja impresionar por las formas externas de religiosidad, sino que busca un corazón sincero y obediente. No basta con asistir al templo, ofrecer sacrificios o invocar el nombre de Dios, si no se vive conforme a su voluntad y se practica la justicia y la misericordia con el prójimo. Dios aborrece la hipocresía y el formalismo religioso, que encubren la rebeldía y la iniquidad (Isaías 1:10-20; 29:13; Miqueas 6:6-8; Amós 5:21-24; Mateo 7:21-23; 15:7-9; 23:23-28; Santiago 1:26-27).
  • Dios es celoso de su gloria y no tolera la idolatría, que es una ofensa a su majestad y una traición a su amor. La idolatría implica la sustitución de Dios por algo o alguien creado, que no puede satisfacer ni salvar al ser humano. La idolatría es una fuente de engaño, degradación y esclavitud, que aleja al pueblo de la bendición y la protección de Dios, y lo expone a su ira y su castigo. Dios llama a su pueblo a apartarse de los ídolos y a volver a él, que es el único Dios vivo y verdadero, que puede dar vida y esperanza (Isaías 44:6-20; 45:20-22; 46:1-13; Oseas 14:1-9; 1 Corintios 10:14-22; 1 Juan 5:21).
  • Dios es fiel a su palabra y a su pacto, pero también exige fidelidad y obediencia de parte de su pueblo. Dios ha revelado su voluntad y su propósito a través de la ley y los profetas, y ha establecido una relación de alianza con su pueblo, basada en el amor y la gracia. Sin embargo, el pueblo ha quebrantado el pacto con su pecado y su infidelidad, y ha despreciado la voz de Dios y de sus mensajeros. Por eso, Dios ha activado las cláusulas del pacto, y ha traído sobre el pueblo las maldiciones y el juicio que había anunciado. Sin embargo, Dios también ha prometido hacer un nuevo pacto, en el que escribirá su ley en el corazón de su pueblo, y le perdonará y olvidará sus pecados, y le dará un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Jeremías 31:31-34; Ezequiel 36:22-32; Hebreos 8:7-13; 10:15-18).
  • Dios es soberano sobre la historia y las naciones, y usa a los instrumentos que él quiere para cumplir sus planes. Dios ha permitido que los babilonios invadan y conquisten a Judá y a otras naciones, como parte de su juicio sobre el pecado y la idolatría. Dios llama a su pueblo a someterse al yugo de Babilonia, y a no resistirse ni rebelarse, porque eso sería peor para ellos. Dios también promete que después de setenta años, castigará a Babilonia y restaurará a su pueblo, y le dará un futuro y una esperanza (Jeremías 25:1-14; 27:1-22; 29:1-14; 51:1-64; Isaías 45:1-7; Daniel 2:20-23; 4:34-37).

  • Dios es compasivo y misericordioso, y no se complace en la muerte del impío, sino que desea que se arrepienta y viva. Dios llama a su pueblo al arrepentimiento, y le ofrece la oportunidad de volver a él y recibir su perdón y su sanidad. Dios también se duele por el sufrimiento de su pueblo, y llora con él por la desolación de su tierra y su ciudad. Dios consuela a su pueblo con la esperanza de la restauración y la salvación, y le asegura que lo ama con amor eterno, y que lo atrae con cuerdas de amor (Jeremías 3:12-14; 4:1-4; 8:18-22; 9:1; 31:1-6; 33:6-9; Lamentaciones 1:16; 3:22-33; Ezequiel 18:23; 33:11).

  1. Preguntas para la Reflexión:

Algunas preguntas para la reflexión que se pueden plantear a partir de los capítulos 7 al 11 de Jeremías son las siguientes:

  • ¿En qué cosas o personas confías para tu seguridad y tu bienestar? ¿Qué lugar ocupa Dios en tu vida? ¿Qué significa confiar en Dios y no en las palabras de mentira? (Proverbios 3:5-6; Jeremías 17:5-8; 2 Corintios 1:8-11).
  • ¿Qué sacrificios le ofreces a Dios? ¿Son sinceros y agradables a él? ¿Qué significa obedecer a la voz de Dios y practicar la justicia y la misericordia? (1 Samuel 15:22-23; Salmos 40:6-8; 51:16-17; Miqueas 6:6-8; Romanos 12:1-2; Hebreos 13:15-16).
  • ¿Qué ídolos hay en tu corazón o en tu vida? ¿Qué cosas o personas te apartan de Dios y te hacen infiel a él? ¿Qué significa apartarse de los ídolos y volver a Dios? (Ezequiel 14:1-11; 1 Tesalonicenses 1:9-10; 1 Juan 2:15-17; 5:21; Apocalipsis 2:1-7).
  • ¿Qué falsos profetas o falsas doctrinas te seducen o te engañan? ¿Cómo puedes discernir la verdad de la mentira? ¿Qué significa escuchar la voz de Dios y de sus verdaderos mensajeros? (Mateo 7:15-20; 24:23-28; 2 Timoteo 4:1-5; 2 Pedro 2:1-3; 1 Juan 4:1-6; Apocalipsis 2:18-29).
  • ¿Qué pacto tienes con Dios? ¿Qué condiciones y qué promesas implica? ¿Qué significa ser fiel y obediente al pacto? ¿Qué bendiciones y qué maldiciones conlleva? (Génesis 15; 17; Éxodo 19:3-8; 24:1-8; Deuteronomio 29:1-29; 30:1-20; Jeremías 31:31-34; Lucas 22:14-23; Hebreos 8:7-13; 10:15-18).
  • ¿Qué juicios o calamidades has experimentado o presenciado en tu vida o en el mundo? ¿Qué propósito tiene Dios en ellos? ¿Qué actitud debes tener ante ellos? ¿Qué esperanza te da Dios en medio de ellos? (Job 1:6-22; 2:1-10; 42:1-17; Habacuc 3:16-19; Romanos 8:18-39; 2 Corintios 4:7-18; 1 Pedro 1:3-9; 4:12-19).
  • ¿Qué aspectos de la soberanía, la fidelidad, la justicia, la misericordia y el amor de Dios te impresionan o te desafían? ¿Qué puedes hacer para conocer y entender mejor a Dios? ¿Qué significa gloriarte en Dios y no en ti mismo? (Jeremías 9:23-24; 1 Corintios 1:26-31; 2:1-5; Filipenses 3:7-11; Colosenses 1:9-14; 2:1-3).
  1. Aspectos teológicos:

Algunos aspectos teológicos que se tocan en los capítulos 7 al 11 de Jeremías son los siguientes:

  • La teología del templo: El templo era el lugar donde Dios habitaba en medio de su pueblo, y donde el pueblo se acercaba a Dios para adorarlo y ofrecerle sacrificios. El templo era el símbolo de la presencia, la protección y la bendición de Dios. Sin embargo, el templo no era una garantía de la seguridad y la prosperidad del pueblo, sino que dependía de la fidelidad y la obediencia del pueblo a Dios. El templo podía ser destruido si el pueblo profanaba el nombre de Dios con su pecado y su idolatría. El templo también apuntaba a la realidad mayor de Cristo, que es el verdadero templo de Dios, donde se cumple la reconciliación entre Dios y los hombres, y donde se manifiesta la gloria de Dios (Juan 1:14; 2:13-22; Hebreos 9:11-14; 10:19-22; Apocalipsis 21:22-23).
  • La teología del pacto: El pacto era la relación de alianza que Dios estableció con su pueblo, basada en su gracia y su amor, y que implicaba condiciones y promesas. El pacto era el marco en el que Dios revelaba su voluntad y su propósito a su pueblo, y le daba su ley y sus profetas. El pacto también incluía bendiciones y maldiciones, según el pueblo cumpliera o no con las exigencias del pacto. El pacto fue violado por el pueblo con su pecado y su infidelidad, y por eso Dios lo invalidó y lo sometió al juicio. Sin embargo, Dios también prometió hacer un nuevo pacto, en el que perdonaría y olvidaría los pecados de su pueblo, y le daría un corazón nuevo y un espíritu nuevo. El nuevo pacto se cumplió en Cristo, que es el mediador y el garante del pacto, y que lo selló con su sangre (Lucas 22:14-23; Hebreos 8:7-13; 9:15-28; 10:15-18; 12:22-24).
  • La teología de la profecía: La profecía era la comunicación de la palabra de Dios al pueblo por medio de los profetas, que eran los portavoces de Dios. La profecía tenía como objetivo revelar la voluntad y el plan de Dios para su pueblo, y llamarlo al arrepentimiento y a la obediencia. La profecía también anunciaba el juicio y la salvación de Dios, tanto para el presente como para el futuro. La profecía se cumplía según la fidelidad de Dios y la respuesta del pueblo. La profecía también apuntaba a la realidad mayor de Cristo, que es el verdadero profeta de Dios, que habló las palabras de Dios y cumplió las profecías del Antiguo Testamento (Deuteronomio 18:15-22; Mateo 5:17-18; 11:7-15; Juan 1:1-18; Hebreos 1:1-4; Apocalipsis 19:10).

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