Día 91 - Miércoles - 08-11-2023 - Marcos Capítulos 5 y 6 - También En Audio
Día 91 - Miércoles - 08-11-2023 - Marcos Capítulos 5 y 6 - También En Audio
Marcos Capítulos 5
Y llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. En cuanto desembarcó, en seguida vino a su encuentro de entre los sepulcros un hombre poseído de un espíritu inmundo, el cual tenía su morada entre los sepulcros, y ya nadie podía atarlo, ni siquiera con cadenas. Porque muchas veces había estado atado con grillos y cadenas, y había roto las cadenas y desmenuzado los grillos, y nadie lo podía dominar. Y continuamente, de noche y de día, estaba en los sepulcros y en los montes, dando alaridos e hiriéndose con piedras. Pero, viendo de lejos a JESÚS, corrió y se postró delante de Él, y gritando a gran voz, dice: JESÚS, ¿qué tenemos en común Tú y yo, Hijo del DIOS Altísimo? ¡Te imploro por DIOS que no me atormentes! Pues Él le había dicho: ¡Sal del hombre, espíritu inmundo! Y le preguntaba: ¿Qué nombre tienes? Le dice: Tengo por nombre Legión, porque somos muchos. Y le rogaba mucho que no lo enviara fuera de aquella región. Y cerca del monte, había una gran piara de cerdos paciendo, y le rogaron, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. Les dio permiso, y cuando los espíritus inmundos salieron y entraron en los cerdos, la piara (como dos mil) se precipitó al mar por el acantilado, y se ahogaron en el mar. Y los que los apacentaban huyeron e informaron en la ciudad y en los campos, y vinieron a ver qué había sucedido. Y llegan ante JESÚS y contemplan al endemoniado (al que había tenido la legión) sentado, vestido, y en su juicio cabal, y tuvieron temor. Y los que lo vieron les contaron cómo le había acontecido esto al endemoniado, y acerca de los cerdos. Entonces comenzaron a rogarle que se retirara de sus contornos. Y al entrar en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le permitiera estar con Él. Pero no lo dejó, sino le di-ce: Ve a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas hizo contigo el Señor, y cuánta misericordia tuvo de ti. Y se fue y comenzó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas le había hecho JESÚS, y todos se maravillaban. Habiendo pasado JESÚS nuevamente a la otra orilla, se reunió una gran multitud en torno a Él; y estaba junto al mar. Llega uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, cae a sus pies, y le suplica con insistencia, diciendo: Mi hijita está agonizando, ¡ven! ¡Pon las manos sobre ella para que sea sanada, y viva! Y fue con él, y lo seguía una gran multitud, y lo apretujaban. Y una mujer que llevaba doce años con flujo de sangre, y que había sufrido mucho de parte de muchos médicos, y gastado cuanto tenía sin sacar ningún provecho, más bien, empeoraba, al oír acerca de JESÚS, llegó por detrás entre la multitud y tocó su manto; porque decía: Si tan solo toco sus vestidos, seré sanada. Y al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que había sido sanada de aquel azote. Al momento JESÚS sintió en su interior el poder que había salido de Él, y volviéndose a la multitud, preguntaba: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Y sus discípulos le decían: Ves que la multitud te apretuja, y preguntas ¿quién me ha tocado? Y miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.
Entonces la mujer, temiendo y temblando (reconociendo lo que le había sucedido), vino y se postró ante Él, y le dijo toda la verdad. Entonces Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz y queda sana de tu azote. Estando Él todavía hablando, llegan de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto, ¿por qué molestas aún al Maestro? Pero JESÚS, alcanzando a oír lo que se hablaba, dice al principal de la sinagoga: No temas, solo sigue creyendo. Y no permitió que nadie lo siguiera, sino Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. Y llegan a la casa del principal de la sinagoga, y observa un alboroto, y a los que lloran y dan grandes alaridos. Y entrando, les dice: ¿Por qué hacéis alboroto y lloráis? La niña no ha muerto, sino que duerme. Y se burlaban de Él; pero echando a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los que están con Él, y entra a donde estaba la niña, y tomando la mano de la niña, le dice: ¡Talita cum! (lo cual, traducido es: Niña, te digo, levántate). Y al instante, la niña se levantó, y andaba, pues tenía doce años. Y se sorprendieron con gran asombro. Y Él les ordenó severa y repetidamente que nadie supiera esto, y dijo que se le diera de comer.
Marcos Capítulos 6
Salió de allí y regresó a su tierra, y sus discípulos lo siguen. Llegado el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga. Y la mayoría se asombraba al oírlo, y decía: ¿De dónde saca este estas cosas, y qué sabiduría es esta que le ha sido dada? ¿Y qué significan estos milagros hechos por sus manos? ¿No es este el constructor, el hijo de María, y el hermano de Jacobo y de Josét, y de Judas y de Simón? ¿No están aquí también sus hermanas ante nosotros? Y se escandalizaban por causa de Él. Y JESÚS les decía: No hay profeta sin honra sino en su tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no podía hacer allí ningún milagro, excepto que sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba asombrado por la incredulidad de ellos; y así, recorría las aldeas de los alrededores enseñando. Y llama a sí a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos (y les daba autoridad sobre los espíritus inmundos). Y les ordenó que no llevaran nada para el camino; solo un bordón. Ni pan, ni bolsa, ni un cobre en el cinto, calzados con sandalias. ¡Y no os vistáis con doble túnica! También les decía: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ese lugar hasta que salgáis de allí. Y cualquier lugar que no os acoja y no os escuchen, al salir de allí sacudid el polvo de la planta de vuestros pies, para testimonio a ellos. Y saliendo, proclamaron que se arrepintieran, y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban. Y lo oyó el rey Herodes, pues su Nombre llegó a ser notorio, pero decían: Juan el Bautista ha sido resucitado de entre los muertos, y por eso actúan sobrenaturalmente los poderes en él
(mas otros decían: Es Elías; y otros decían: Es un profeta, como cualquiera de los profetas). Y al oírlo Herodes, decía: Juan, a quien yo decapité, fue resucitado. Porque Herodes había enviado a prender a Juan y lo había encadenado en una prisión por causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, pues se había casado con ella. Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano. Y Herodías lo aborrecía y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes, sabiendo que era un varón justo y santo, temía a Juan y lo protegía, y cuando lo oía, se quedaba muy perplejo; pero con todo, le gustaba oírlo. Sin embargo, llegó un día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños hizo un banquete a sus nobles, y a los tribunos y a los principales de Galilea, entró también la propia hija de Herodías, y habiendo danzado, agradó a Herodes y a los reclinados a la mesa con él. Y el rey dijo a la muchacha: ¡Pídeme lo que quieras, y te lo daré! Y le juró: ¡Te daré lo que pidas, hasta la mitad de mi reino! Y saliendo, dijo a su madre: ¿Qué pediría? Y ella dijo: ¡La cabeza de Juan, el que bautiza! Y entrando de prisa ante el rey, le pidió, diciendo: ¡Dame ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en un trinchero! El rey se entristeció, pero a causa de los juramentos y de los que estaban reclinados a la mesa, no quiso desatenderla.
Y enseguida envió el rey a un verdugo, y ordenó traer su cabeza. Y yendo, lo decapitó en la prisión, y trajo su cabeza en un trinchero, y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre. Cuando sus discípulos lo oyeron, vinieron y se llevaron su cadáver, y lo pusieron en un sepulcro. Los apóstoles se reúnen con JESÚS y le cuentan todo cuanto habían hecho y cuanto habían enseñado. Y les dice: Vosotros solos, venid aparte a un lugar solitario y descansad un poco (porque eran muchos los que iban y venían, y ni para comer tenían tiempo). Y se fueron en la barca a un lugar apartado y solitario. Pero muchos los vieron yéndose y los reconocieron. Y a pie, desde todas las ciudades, concurrieron allá y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, vio un gran gentío, y se le enternecieron las entrañas por ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas. Y llegada una hora avanzada, se le acercaron sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y ya es hora avanzada; despídelos, para que vayan a las alquerías y aldeas de alrededor y se compren algo que comer. Pero Él respondiendo, les dijo: Dadles vosotros de comer. Le dicen: ¿Que vayamos a comprar panes por doscientos denarios y les demos de comer? Entonces Él les dice: ¿Cuántos panes tenéis? Id y ved. Y al saberlo, dicen: Cinco, y dos peces. Y les mandó recostar a todos en grupos sobre la hierba verde. Y se recostaron en grupos de cien y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, los bendijo y partió los panes; y los iba dando a los discípulos para que los pusieran delante de ellos. También repartió los dos peces para todos. Y todos comieron y se saciaron, porque de los doce cestos recogieron en abundancia trozos de pan y de los peces. Y los que habían comido eran cinco mil varones. Y enseguida obligó a sus discípulos a subir a la barca, e ir delante a la otra orilla, hacia Betsaida, mientras Él despedía a la multitud; y después de despedirse de ellos, fue al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en medio del mar, y Él solo en la tierra. Y viéndolos fatigados de remar, porque el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche, llega a ellos andando sobre el mar; e hizo ademán de pasarlos. Pero ellos, viéndolo caminar sobre el mar, pensaron: ¡Es un fantasma! Y gritaron, porque todos lo vieron y se turbaron, pero enseguida Él habló con ellos. Les dice: ¡Tened ánimo, Yo soy, no temáis! Y subió junto a ellos en la barca, y se calmó el viento; y se asombraban en gran manera, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su corazón estaba embotado. Acabada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Y cuando ellos salieron de la barca, al instante lo reconocieron, y recorriendo aquella región, comenzaron a llevar en catres a los enfermos, adonde oían que Él estaba. Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o granjas, colocaban a los enfermos en las plazas, y le rogaban al menos agarrar la orla de su manto; y cuantos lo tocaban eran sanados.
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