Estudio Isaías 62-66

Estudio Bíblico

Isaías 62-66: La esperanza de la restauración y la gloria de Dios

El libro de Isaías es una de las obras más importantes de la literatura profética del Antiguo Testamento. Su autor, Isaías, fue un profeta que vivió en el siglo VIII a.C. y que ejerció su ministerio en Judá, el reino del sur, durante los reinados de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías. Isaías fue testigo de las amenazas que se cernían sobre su pueblo por parte de las potencias extranjeras, especialmente Asiria y Babilonia, y anunció el juicio de Dios sobre la infidelidad e idolatría de Judá e Israel, el reino del norte. Pero también proclamó la promesa de Dios de restaurar a su pueblo después del exilio y de enviar al Mesías, el Siervo sufriente, que traería salvación y justicia a las naciones.

Los capítulos 62 al 66 forman parte de la última sección del libro, conocida como el Tercer Isaías o Isaías 56-66. Esta sección está dirigida a los judíos que habían regresado del exilio babilónico y que se encontraban con una situación difícil y desalentadora. El templo estaba en ruinas, la ciudad estaba desolada, los enemigos los hostigaban y el pueblo estaba desanimado y desobediente. El profeta les habla con palabras de consuelo y esperanza, recordándoles las promesas de Dios y llamándoles al arrepentimiento y a la fidelidad. El profeta les muestra la visión de un futuro glorioso en el que Dios restaurará a Sion, su ciudad santa, y la hará una alabanza entre las naciones. También les revela el plan de Dios para juzgar a los malvados y recompensar a los justos, y para crear unos cielos nuevos y una tierra nueva donde habitará su gloria.

Analicemos con más detalle estos capítulos para comprender mejor su mensaje.

Isaías 62: El amor de Dios por Sion

En este capítulo, el profeta expresa su pasión por Sion, el nombre poético de Jerusalén, y su deseo de verla restaurada y glorificada. El profeta dice que no callará ni descansará hasta que la justicia y la salvación de Sion resplandezcan como una antorcha (v. 1). El profeta actúa como un intercesor que clama a Dios por su pueblo y como un anunciador que proclama las buenas nuevas a las naciones. El profeta dice que Sion recibirá un nombre nuevo, que la boca de Jehová le pondrá (v. 2). Este nombre nuevo simboliza una nueva identidad y una nueva relación con Dios. El profeta menciona dos nombres nuevos: Hefzi-bá, que significa “mi deleite está en ella”, y Beula, que significa “desposada” (v. 4). Estos nombres reflejan el amor de Dios por Sion, que la considera como su esposa amada. El profeta compara el amor de Dios por Sion con el amor del novio por la novia (v. 5). El profeta también dice que Sion será corona de gloria y diadema de reino en la mano de Dios (v. 3). Esto significa que Sion será honrada y protegida por Dios como una joya preciosa.

El profeta también habla de los guardas que ha puesto sobre los muros de Jerusalén (v. 6). Estos guardas representan a los vigilantes espirituales que oran sin cesar por la restauración de la ciudad. El profeta les anima a no dar tregua a Dios hasta que cumpla su promesa de hacer de Jerusalén una alabanza en la tierra (v. 7). El profeta también recuerda el juramento de Dios de no entregar el fruto del trabajo de su pueblo a sus enemigos, sino de bendecirlos con abundancia (vv. 8-9). Finalmente, el profeta invita al pueblo a preparar el camino para el regreso del Señor a Sion, quitando las piedras y alzando un pendón ante los pueblos (v. 10). El profeta anuncia que el Señor viene con su Salvador, que es el Mesías, y con su recompensa y su obra (v. 11). El profeta concluye diciendo que el pueblo será llamado Pueblo Santo, Redimidos de Jehová, y que la ciudad será llamada Ciudad Deseada, No Desamparada (v. 12).

Este capítulo nos enseña el amor apasionado de Dios por su pueblo y por su ciudad. Nos muestra que Dios no se olvida de sus promesas ni de sus hijos, sino que tiene un plan para restaurarlos y glorificarlos. Nos anima a orar con fervor y a esperar con fe la venida del Señor y de su Reino. Nos invita a prepararnos para recibir al Señor y a su Salvador, que es Jesucristo, el Mesías prometido.

Algunas preguntas para la reflexión son:

  • ¿Cómo podemos expresar nuestro amor por Sion, la ciudad de Dios?
  • ¿Qué significa para nosotros tener un nombre nuevo dado por Dios?
  • ¿Cómo podemos ser vigilantes espirituales que oren por la restauración de la Iglesia y del mundo?
  • ¿Qué debemos hacer para preparar el camino para el Señor y su Salvador?
  • ¿Qué esperamos de la recompensa y la obra del Señor?

Isaías 63: El juicio de Dios sobre las naciones

En este capítulo, el profeta describe la visión de un guerrero que viene de Edom, una nación enemiga de Israel, con vestiduras teñidas de sangre (v. 1). El profeta le pregunta quién es y de dónde viene, y el guerrero responde que es el que habla con justicia y el que tiene poder para salvar (v. 1). El guerrero dice que ha pisado el lagar solo, sin ayuda de nadie, y que ha aplastado a las naciones en su ira y derramado su sangre en su furor (vv. 2-6). El guerrero no es otro que el Señor mismo, que viene a ejecutar el juicio sobre las naciones impías y a vengar la sangre de su pueblo. El profeta reconoce que este juicio es una manifestación de la misericordia y la salvación de Dios para Israel (v. 7).

El profeta recuerda los hechos maravillosos que Dios hizo por Israel en el pasado, cuando los sacó de Egipto y los guió por el desierto con su ángel (vv. 8-14). El profeta dice que Dios era como un padre para Israel, que los amaba y los perdonaba, pero que ellos se rebelaron contra él y le entristecieron (vv. 15-16). El profeta se lamenta de la situación actual de Israel, que está lejos de Dios y bajo el dominio de sus enemigos (vv. 17-19).

Este capítulo nos enseña el juicio justo de Dios sobre las naciones que se oponen a él y a su pueblo. Nos muestra que Dios es el defensor y el vengador de los oprimidos y los inocentes. Nos advierte del peligro de rebelarnos contra Dios y de entristecer su Espíritu. Nos llama a recordar las obras de Dios en nuestra historia y a acercarnos a él como nuestro Padre.

Algunas preguntas para la reflexión son:

  • ¿Cómo podemos confiar en el juicio justo de Dios sobre las naciones?
  • ¿Qué debemos hacer para no rebelarnos contra Dios ni entristecer su Espíritu?
  • ¿Cómo podemos recordar las obras de Dios en nuestra historia?
  • ¿Cómo podemos acercarnos a Dios como nuestro Padre?

Isaías 64: La súplica del pueblo por la intervención divina

En este capítulo, el profeta expresa la súplica del pueblo por la intervención divina ante la situación desesperada en la que se encuentra. El profeta pide a Dios que rasgue los cielos y descienda con poder, como lo hizo en el pasado, para hacer temblar a sus enemigos y mostrar su gloria (vv. 1-3). El profeta reconoce que nadie hay como Dios, que obra maravillas para los que le esperan (v. 4). Pero también reconoce que el pueblo ha pecado contra Dios y se ha apartado de sus caminos (vv. 5-7). El profeta confiesa que todos somos como suciedad y como trapo de inmundicia, y Continuando con el escrito estilo blog que contiene los elementos solicitados, el capítulo 64 termina así:

que nuestras obras son como hojas secas que se lleva el viento, y que nadie invoca el nombre de Dios ni se esfuerza por acercarse a él (v. 6). El profeta suplica a Dios que no se enoje mucho ni se acuerde para siempre de la iniquidad, sino que tenga compasión de su pueblo, que es obra de sus manos (v. 9). El profeta le recuerda a Dios que es su Padre y que ellos son sus hijos, y le ruega que mire la desolación de su santuario y de su heredad (vv. 8, 10-11). El profeta termina con una pregunta angustiada: ¿Te estarás quieto, oh Jehová? ¿Callarás, y nos afligirás sobremanera? (v. 12).

Este capítulo nos enseña la súplica sincera del pueblo por la intervención divina ante la situación desesperada en la que se encuentra. Nos muestra que el pueblo reconoce su pecado y su impotencia, y que clama a Dios por su misericordia y su salvación. Nos invita a confesar nuestros pecados y a pedir a Dios que nos perdone y nos restaure. Nos anima a esperar en Dios, que es nuestro Padre y nuestro Creador.

Algunas preguntas para la reflexión son:

  • ¿Cómo podemos pedir a Dios que rasgue los cielos y descienda con poder en nuestra situación?
  • ¿Qué debemos hacer para esperar en Dios, que obra maravillas para los que le esperan?
  • ¿Cómo podemos confesar nuestros pecados y pedir a Dios que nos perdone y nos restaure?
  • ¿Cómo podemos recordar que Dios es nuestro Padre y nuestro Creador?

Isaías 65: La respuesta de Dios al pueblo

En este capítulo, el profeta transmite la respuesta de Dios al pueblo, que es una mezcla de juicio y gracia. Dios dice que se dejó hallar por los que no le buscaban, y se manifestó a los que no preguntaban por él (v. 1). Esto significa que Dios extendió su gracia a los gentiles, que no conocían al verdadero Dios, pero que respondieron a su llamado. Por el contrario, Dios dice que extendió sus manos todo el día a un pueblo rebelde, que andaba en caminos no buenos, tras sus pensamientos (v. 2). Esto significa que Dios ofreció su paciencia y su perdón a Israel, pero que ellos rechazaron su voluntad y siguieron sus propios ídolos. Dios enumera las ofensas del pueblo, como ofrecer sacrificios en los jardines y en los altares de ladrillo, comer carne inmunda, decir “apártate de mí, porque soy más santo que tú”, y provocarle con sus obras abominables (vv. 3-7). Dios dice que dará el pago según sus obras, y que no callará hasta ajustar cuentas con ellos (v. 6).

Pero Dios también dice que no destruirá totalmente al pueblo, sino que dejará un remanente fiel, una simiente escogida, que heredará sus montes (v. 9). Dios dice que bendecirá a sus siervos, pero maldecirá a sus enemigos (vv. 13-15). Dios dice que creará unos cielos nuevos y una tierra nueva, donde no habrá más llanto ni clamor (v. 17). Dios dice que habrá gozo y alegría en Jerusalén, y que él se gozará con su pueblo (v. 19). Dios dice que habrá longevidad y prosperidad para su pueblo, y que atenderá sus oraciones antes de que le invoquen (vv. 20-24). Dios dice que habrá paz y armonía entre los animales y entre los hombres, y que no habrá más daño ni destrucción en todo su monte santo (v. 25).

Este capítulo nos enseña la respuesta de Dios al pueblo, que es una mezcla de juicio y gracia. Nos muestra que Dios es justo y santo, y que no tolera la rebelión ni la idolatría de su pueblo. Nos advierte del peligro de apartarnos de Dios y de provocarle con nuestras obras abominables. Pero también nos muestra que Dios es misericordioso y fiel, y que no abandona a su pueblo, sino que deja un remanente que le sirve. Nos revela el plan de Dios de crear unos cielos nuevos y una tierra nueva, donde habrá gozo y paz para su pueblo. Nos invita a ser parte de ese pueblo que hereda las bendiciones de Dios.

Isaías 66: El destino final de los fieles y los rebeldes

En este capítulo, Dios resume y concluye su mensaje al pueblo. Dios declara que el cielo es su trono y la tierra es su estrado, y que no necesita de un templo o de un sacrificio humano para ser adorado. Dios busca a los que son humildes y contritos de espíritu, y que tiemblan ante su palabra. Dios rechaza a los que son hipócritas y abominables, y que practican ritos idolátricos y sangrientos. Dios advierte que habrá una gran diferencia entre los que le sirven y los que no le sirven, entre los que le temen y los que le desprecian. Dios anuncia que vendrá el día de su venganza y de su retribución, cuando juzgará a todas las naciones con fuego y espada, y cuando salvará a los que invocan su nombre. Dios reunirá a todos los pueblos y las lenguas para que vean su gloria, y enviará mensajeros a los confines de la tierra para que traigan a sus hermanos de todas las naciones como ofrenda agradable. Dios establecerá su reino en Jerusalén, donde habrá un culto perpetuo y una fiesta continua. Dios creará un nuevo cielo y una nueva tierra, donde no habrá más llanto ni dolor, donde habrá paz y alegría, donde convivirán el lobo y el cordero, donde se cumplirán los deseos y las oraciones del pueblo. Dios mostrará su gloria y su presencia a todos los seres vivientes, pero también su ira y su castigo a los rebeldes, que serán arrojados al fuego eterno.

Los temas principales de este capítulo son el destino final de los fieles y los rebeldes, el juicio de Dios sobre las naciones y la salvación de Dios para su pueblo, y la gloria de Dios en el nuevo cielo y la nueva tierra. Algunas palabras clave son:

  • Trono: Es el asiento o la silla donde se sienta el rey o el soberano como símbolo de su autoridad y dignidad. Es también el lugar o la sede donde se ejerce el poder o el gobierno. El trono es una metáfora de Dios, que indica su soberanía y su majestad sobre todo lo creado. El trono es también una realidad de Dios, que revela su presencia y su acción en la historia humana.

  • Humilde: Es el adjetivo o el sustantivo que califica o designa a quien tiene humildad o modestia, es decir, quien reconoce sus propias limitaciones y debilidades, y quien respeta y valora a los demás. El humilde es una virtud humana, que implica sencillez, sinceridad y generosidad. El humilde es también una gracia divina, que implica dependencia, obediencia y gratitud.

  • Venganza: Es la acción o el efecto de vengar o vengarse, es decir, de hacer daño o mal a alguien en respuesta a un daño o mal recibido. Es también el sentimiento o la actitud de resentimiento o rencor hacia alguien por una ofensa o una injuria. La venganza es una tentación humana, que implica odio, violencia e injusticia. La venganza es también una prerrogativa divina, que implica justicia, equidad y rectitud.

Algunas preguntas para la reflexión son:

  • ¿Cómo podemos buscar a Dios y responder a su llamado?
  • ¿Qué debemos hacer para no rebelarnos contra Dios ni provocarle con nuestras obras?
  • ¿Cómo podemos ser parte del remanente fiel que sirve a Dios?
  • ¿Qué esperamos de los cielos nuevos y la tierra nueva que Dios creará?

Aspectos Teológicos

Algunas de las doctrinas teológicas que se tocan en estos capítulos son las siguientes:

  • La santidad de Dios. El profeta destaca el carácter santo y trascendente de Dios, que no habita en templos hechos por manos humanas, sino que es el Creador y Señor de todo lo que existe. Dios es también el Santo de Israel, que se revela a su pueblo y actúa en la historia para cumplir sus propósitos.
  • La elección de Israel. El profeta afirma que Dios ha escogido a Israel como su pueblo, su esposa, su heredad y su testigo. Dios le ha dado un nuevo nombre, Sion, que significa “la deseada” o “la amada”. Dios le ha prometido restaurar su gloria, su prosperidad y su seguridad.
  • La alianza de Dios. El profeta recuerda la alianza que Dios hizo con Abraham, Isaac y Jacob, y con Moisés en el Sinaí. Esta alianza implica tanto privilegios como responsabilidades para Israel. Por un lado, Dios se compromete a ser su Dios, a protegerlo, a bendecirlo y a redimirlo. Por otro lado, Israel se compromete a ser su pueblo, a obedecer sus mandamientos, a adorarlo y a servirlo.
  • La justicia de Dios. El profeta denuncia la injusticia, la opresión, la idolatría y la rebeldía de Israel y de las naciones. Dios no tolera el pecado ni la impiedad, sino que castiga a los malvados y vindica a los inocentes. Dios es también misericordioso y perdona a los que se arrepienten y se vuelven a él.
  • La salvación de Dios. El profeta anuncia la salvación de Dios para Israel y para todas las naciones. Esta salvación incluye tanto aspectos temporales como eternos. En el plano temporal, Dios libera a Israel del exilio, del dominio de sus enemigos y de sus aflicciones. En el plano eterno, Dios crea un nuevo cielo y una nueva tierra, donde reina la paz, la justicia y la alegría.


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