Jueces del 17 al 21
Hubo también un hombre de la serranía de Efraín, cuyo nombre era Micayehu, quien le dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron sustraídos, acerca de los cuales proferiste maldición a mis oídos, he aquí, aquella plata está en mi poder. Yo la tomé. Y su madre le dijo: ¡Bendito seas de YHVH, hijo mío! Y él devolvió los mil cien siclos de plata a su madre, y su madre dijo: En verdad consagro por mi mano esta plata a YHVH, en favor de mi hijo, para que se haga una imagen esculpida, y otra de fundición. Ahora, pues, te la devuelvo. Sin embargo, él devolvió a su madre la plata. Tomando su madre doscientos siclos de plata, los entregó al fundidor, el cual hizo de ellos una imagen de escultura y otra de fundición, las cuales quedaron en casa de Micayehu. De manera que este hombre, Mica, tuvo un santuario, e hizo un efod y terafines, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote. En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que bien le parecía. Hubo también un joven de Bet-Léjem de Judá, de la familia de Judá, el cual era levita, y moraba allí como forastero. Y este hombre había sido encaminado de la ciudad de Bet-Léjem de Judá para residir como extranjero en donde hallara lugar. Y en su andar por la serranía de Efraín, llegó hasta la casa de Mica. Y le dijo Mica: ¿De dónde vienes? Y le respondió: Soy levita de Bet-Léjem de Judá, y voy a residir donde halle lugar. Y Mica le dijo: Habita conmigo y me servirás como padre y sacerdote, y te daré diez siclos de plata por año, un juego de vestidos y tu sustento. Y el levita se quedó. Y el levita aceptó vivir con aquel hombre, y el joven llegó a ser para él como uno de sus hijos. Y Mica consagró al levita, y el joven le sirvió de sacerdote, y se quedó en casa de Mica. Entonces Mica dijo: ¡Ahora sé que YHVH me hará bien, al ver que tengo un levita por sacerdote! Por aquellos días no había rey en Israel, y por el mismo tiempo la tribu de Dan buscaba para sí una heredad donde habitar, porque hasta aquel momento no le había caído heredad entre las tribus de Israel. Y los hijos de Dan enviaron desde Zora y Estaol a cinco hombres de su estirpe, de los más nobles entre ellos, hombres de valor, para explorar y reconocer la tierra, y les dijeron: ¡Id y explorad la tierra! Y ellos llegaron a la serranía de Efraín, hasta la casa de Mica, y pernoctaron allí. Y cuando se estaban acercando a la casa de Mica, reconocieron la voz del joven levita, y al llegarse allá, le preguntaron: ¿Quién te trajo aquí? ¿Qué haces en este lugar? ¿Qué tienes aquí? Y él les respondió: Esto y aquello ha tratado Mica conmigo, y me ha tomado a sueldo para que sea su sacerdote. Le dijeron ellos: Te rogamos que consultes a Elohim, para saber si será prosperado el camino que llevamos. Y el sacerdote les respondió: ¡Id en paz! En presencia de YHVH está el camino por el cual andáis. Encaminados, pues, los cinco hombres llegaron a Lais. Vieron al pueblo viviendo en ella con seguridad, a la manera de los sidonios, ociosos y confiados, pues no había en aquella tierra nadie que los perturbara en cosa alguna ni quien se enseñoreara de ellos, lejos de los sidonios y sin tratar con nadie. Al regresar a sus hermanos en Zora y Estaol, sus hermanos les preguntaron: ¿Qué traéis? Ellos dijeron: Levantaos, y marchemos contra ellos, porque hemos visto la tierra y es buena en gran manera, ¿y nada haréis? No seáis perezosos en marchar allá para tomar posesión de esa tierra. Cuando lleguéis, entraréis a un pueblo confiado y a una tierra espaciosa. Ciertamente, Elohim la ha entregado en vuestra mano. Es un lugar donde no falta cosa alguna que haya en la tierra. Entonces, de la familia de los danitas, de Zora y de Estaol, partieron seiscientos hombres equipados con armas de guerra. Y subieron y acamparon en Quiriat-Jearim, en Judá, por lo que el lugar fue llamado hasta hoy Majaneh-Dan, el cual está detrás de Quiriat-Jearim. De allí avanzaron hacia la serranía de Efraín, y llegaron a la casa de Mica. Y aquellos cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais, tomaron la palabra y dijeron a sus hermanos: ¿Sabéis que hay en esas casas efod y terafines, y una imagen esculpida y una imagen fundida? Ahora pues considerad lo que habréis de hacer. Y se desviaron hacia allá, y entrando en la casa del joven levita, en casa de Mica, lo saludaron pacíficamente. Pero a la entrada del portón permanecían los seiscientos hombres de los hijos de Dan ceñidos con sus armas de guerra. Y los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra entraron en la casa de Mica y tomaron la imagen esculpida y el efod y los terafines y la imagen fundida. Y el sacerdote les preguntó: ¿Qué estáis haciendo?
Y ellos le respondieron: ¡Calla! Pon la mano sobre tu boca y ven con nosotros, y sé para nosotros padre y sacerdote. ¿Acaso es mejor para ti ser sacerdote para la casa de un solo hombre, que para una tribu y una familia de Israel? Y el corazón del sacerdote fue alegrado, y tomando el efod y los terafines y la imagen esculpida, se marchó en medio de aquella gente. Luego dieron la vuelta y partieron, poniendo a los pequeños, el ganado y el bagaje delante de ellos. Ya se habían alejado de la casa de Mica, cuando los hombres que estaban en las casas vecinas a la casa de Mica fueron convocados, y siguieron tras los hijos de Dan. Y gritaron a los hijos de Dan, pero estos, volviendo su rostro, dijeron a Mica: ¿Qué te sucede que has convocado gente? Y él contestó: Habéis tomado mis dioses que hice, y al sacerdote, y os habéis marchado, ¿y qué es lo que me queda? ¿Y todavía me preguntáis qué me sucede? Pero los hijos de Dan le respondieron: Que tu voz no sea oída entre nosotros, no sea que algunos hombres con ánimo amargado os acometan, y pierdas tu vida, y la vida de los de tu familia. Los danitas prosiguieron su camino, y viendo Mica que eran más fuertes que él, se volvió y regresó a su casa. Ellos por su parte, tomando lo que Mica había hecho, y al sacerdote que él tenía, cayeron sobre Lais, pueblo tranquilo y confiado, y los pasaron a filo de espada y prendieron fuego a la ciudad. Y no hubo quien la librara, porque estaba lejos de Sidón, y no tenían trato con hombre alguno. Estaba en el valle de Bet-Rehob. Luego reedificaron la ciudad y habitaron en ella. Y llamaron a la ciudad Dan, por el nombre de su padre e hijo de Israel. Sin embargo el nombre de la ciudad había sido Lais. Y los hijos de Dan erigieron para sí la imagen de escultura, y Jonatán ben Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos, fueron sacerdotes en la tribu de Dan hasta el día del cautiverio del país. Así, mantuvieron erigida para sí la imagen esculpida que Mica había hecho, todo el tiempo que la casa de DIOS estuvo en Silo. En aquellos días en que no había rey en Israel, sucedió también que cierto varón levita que residía en los confines de la serranía de Efraín, tomó como concubina a una mujer de Bet-Léjem de Judá. Pero su concubina cometió adulterio contra él y lo abandonó, y se fue a casa de su padre, a Bet-Léjem de Judá, y estuvo allí durante cuatro meses. Pero su marido se levantó y fue en pos de ella para hablarle cariñosamente a fin de hacerla volver. Y llevó consigo un criado y una yunta de asnos, y ella lo hizo entrar en casa de su padre. Y cuando lo vio el padre de la joven, lo recibió gozoso. Así fue retenido por su suegro, el padre de la joven, y se quedó en su casa tres días, y comieron y bebieron, y se hospedaron allí. Y sucedió que al cuarto día madrugaron muy de mañana, y él se preparó para partir, pero el padre de la joven dijo a su yerno: Sustenta antes tu corazón con un bocado de pan, y después os marcharéis. Se sentaron, pues, y comieron los dos juntos y bebieron, y el padre de la joven dijo al hombre: Te ruego, acepta pasar aquí la noche y deja que se alegre tu corazón. Con todo, el hombre se levantó para irse, pero su suegro le insistió, y volvió a pernoctar allí. Al quinto día madrugó y se dispuso a partir, pero el padre de la joven le dijo: Te ruego que confortes tu corazón, y esperes hasta que el día decline. Y ambos comieron juntos. Y el hombre se levantó para partir, él, su concubina y su criado; pero su suegro, el padre de la joven, le dijo: He aquí que ya está anocheciendo. Quédate, te lo ruego, toda la noche. Mira, el día llega a su fin; pasa aquí la noche y alégrese tu corazón. Mañana emprenderéis temprano vuestro viaje, y te irás a tu tienda. Pero el hombre no aceptó pasar allí la noche, sino que se levantó y poniéndose en camino llegó hasta el frente de Jebús (la cual es Jerusalén), teniendo consigo su yunta de asnos enalbardados y a su concubina. Cuando estuvieron junto a Jebús se iba acabando el día, por lo cual el criado dijo a su amo: Ven, te ruego, y desviémonos hacia aquella ciudad de los jebuseos, y pernoctaremos en ella. Pero su amo le respondió: No nos desviaremos a ninguna ciudad extraña que no sea de los hijos de Israel, sino que seguiremos hasta Gabaa. Y dijo a su criado: Ven, acerquémonos a uno de esos lugares y pernoctemos en Gabaa o en Ramá. Habiendo proseguido su camino, el sol se les puso cerca de Gabaa, que era de Benjamín. Y entraron para pernoctar en Gabaa y se sentaron en la plaza de la ciudad, porque no hubo quien los acogiera en su casa para pernoctar. Y he aquí un anciano volvía al anochecer de su faena en el campo. El hombre era de la serranía de Efraín y se albergaba en Gabaa, pero las gentes del lugar eran benjamitas. Alzó, pues, sus ojos, y habiendo visto al viajero en la plaza de la ciudad, dijo el anciano: ¿A dónde vas y de dónde vienes?
18 Y le contestó: Estamos de paso desde Bet-Léjem de Judá hacia los confines de la serranía de Efraín, de donde soy. Fui encaminado a Bet-Léjem de Judá, y ahora regreso a mi casa, pero no hay quien me reciba bajo su techo. 19 Tenemos paja y forraje para nuestros asnos, así como pan y vino para mí y para tu sierva y para el criado que va con tu siervo. Nada nos hace falta.
20 Y aquel hombre anciano dijo: ¡Paz sea contigo! Toda tu necesidad estará exclusivamente a mi cargo, solo que no pernoctes en lugar abierto. 21 Y los llevó a su casa, y dio forraje a sus asnos. Luego se lavaron los pies, y comieron y bebieron.
22 Estaban alegrando sus corazones, cuando he aquí unos hombres de aquella ciudad, hijos de Belial, rodeando la casa, se agolparon en la puerta y hablaron al anciano dueño de la casa, diciendo: ¡Tráenos al hombre que entró a tu casa para que lo conozcamos! 23 Y el dueño de la casa salió a ellos y les dijo: No, hermanos míos, no hagáis esta maldad, os lo ruego, puesto que este hombre ha entrado en mi casa. No cometáis tal infamia. 24 He aquí mi hija virgen y la concubina de él. A estas os sacaré si os place, y humilladlas haciendo con ellas lo que bien os parezca, pero a este hombre no le hagáis tal infamia. 25 Pero los hombres no quisieron escucharlo, por lo cual, forzando el hombre a su concubina, la hizo salir a ellos, los cuales la conocieron y abusaron de ella toda aquella noche hasta la mañana y la dejaron al rayar el alba.
26 Cuando amanecía, la mujer llegó y cayó en la puerta de la casa de aquel hombre donde estaba su señor, hasta que aclaró el día. 27 Al levantarse su señor por la mañana, abrió las puertas de la casa y salió para proseguir su camino, y he aquí su concubina tendida a la puerta de la casa, con sus manos en el umbral. 28 Y él le dijo: Levántate y vámonos; pero ella no respondió. Entonces el varón se levantó y echándola sobre el asno, se fue a su lugar.
29 Cuando entró en su casa tomó un cuchillo, y habiendo echado mano a su concubina, la descuartizó por sus huesos en doce pedazos, y la envió por todo el territorio de Israel. 30 Y todos los que lo vieron, decían: ¡Jamás ha sucedido ni se ha visto cosa igual desde el día en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta el día de hoy! ¡Consideradlo, tomad consejo y hablad!
El castigo a Benjamín
20 Entonces todos los hijos de Israel salieron, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, y la asamblea fue congregada como un solo hombre ante YHVH en Mizpa. 2 Y los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, tomaron su puesto en la asamblea del pueblo de DIOS, cuatrocientos mil hombres de a pie armados de espada.
3 Y los hijos de Benjamín oyeron que los hijos de Israel habían subido a Mizpa. Los hijos de Israel dijeron: Decid cómo fue hecha esa maldad. 4 Y el levita, el marido de la mujer asesinada, respondió y dijo: Yo llegué a Gabaa de Benjamín con mi concubina, para pernoctar allí, 5 y los hombres de Gabaa se alzaron contra mí y cercaron la casa de noche, con intención de matarme, y humillaron a mi concubina de tal manera que murió. 6 Y yo tomé a mi concubina y la corté en trozos y la envié por todo el territorio de la heredad de Israel, por cuanto habían cometido aquella maldad e infamia en Israel. 7 He aquí todos vosotros los hijos de Israel estáis presentes. Dad aquí vuestro parecer y consejo.
8 Entonces todo el pueblo se levantó como un solo hombre, y dijeron: Ninguno de nosotros irá a su tienda, ni volverá ninguno a su casa. 9 Esto es lo que ahora haremos en Gabaa: Subiremos contra la ciudad por sorteo. 10 Tomaremos diez hombres de cada centenar de todas las tribus de Israel, y cien de cada mil, y mil de cada diez mil, para repartir provisiones al pueblo, para que al subir contra Gabaa de Benjamín, le hagan conforme a toda la infamia que se cometió en Israel.
11 Así fueron congregados contra la ciudad todos los hombres de Israel, unidos como un solo hombre. 12 Y las tribus de Israel enviaron hombres por toda la tribu de Benjamín, diciendo: ¿Qué maldad es esta que ha acontecido entre vosotros? 13 Ahora pues, entregad a los hombres, aquellos hijos de Belial que están en Gabaa, para que les demos muerte y extirpemos esta infamia de Israel.
Pero los de Benjamín no quisieron escuchar la voz de sus hermanos los hijos de Israel. 14 Mas bien, los hijos de Benjamín salieron de sus ciudades y, reunidos en Gabaa, se enfrentaron en batalla contra los hijos de Israel.
15 Y los hijos de Benjamín que salieron de las ciudades sumaban ese día veintiséis mil hombres armados de espada, además de los habitantes de Gabaa, donde fueron enlistados setecientos hombres escogidos. 16 Toda esa gente, incluyendo los setecientos hombres escogidos, eran zurdos. Cada uno podía tirar piedras con la honda a un cabello sin errar el tiro. 17 Y los hombres de Israel, aparte de Benjamín, ascendían a cuatrocientos mil hombres armados de espada, todos ellos hombres de guerra. 18 Y se levantaron los hijos de
Y se levantaron los hijos de Israel, y subieron a Bet-El y consultaron a Elohim, diciendo: ¿Quién de nosotros irá primero a combatir contra los hijos de Benjamín? Y YHVH respondió: Primero Judá. Por la mañana se levantaron los hijos de Israel y acamparon contra Gabaa. Y los hombres de Israel salieron a pelear contra Benjamín, y los hombres de Israel se colocaron en orden de batalla contra ellos junto a Gabaa. Pero los hijos de Benjamín salieron de Gabaa y derribaron por tierra en aquel día veintidós mil hombres de Israel. Sin embargo, se rehizo la gente de los hombres de Israel, y volvieron a ordenar batalla en el lugar donde lo habían hecho el primer día. (Pues los hijos de Israel habían subido y llorado delante de YHVH hasta la tarde, y habían consultado a YHVH, diciendo: ¿Entablaré de nuevo combate contra los hijos de mi hermano Benjamín? Y YHVH les había dicho: Subid contra él). Así pues, al día siguiente, los hijos de Israel marcharon contra los hijos de Benjamín. Y salió Benjamín de Gabaa contra ellos el segundo día y otra vez hizo caer por tierra dieciocho mil hombres de los hijos de Israel, todos ellos armados de espada. Entonces todos los hijos de Israel y todo el pueblo subieron y fueron a Bet-El y lloraron; y permanecieron allí delante de YHVH y ayunaron aquel día hasta la tarde; y sacrificaron holocaustos y ofrendas de paz delante de YHVH. Y consultaron los hijos de Israel a YHVH (pues el arca del pacto de DIOS estaba allí por aquellos días, y Finees ben Eleazar, hijo de Aarón, oficiaba ante ella en aquel tiempo), diciendo: ¿Entablaré de nuevo combate contra los hijos de mi hermano Benjamín, o desistiré? Y dijo YHVH: ¡Subid, porque mañana lo entregaré en tu mano! Entonces Israel tendió emboscadas en torno a Gabaa. Y al tercer día, cuando los hijos de Israel subieron contra los hijos de Benjamín, dispusieron batalla frente a Gabaa como las otras veces. Y los hijos de Benjamín salieron para enfrentarse al pueblo, alejándose de la ciudad. Como las otras veces, comenzaron a herir a algunos de ellos por los caminos, uno de los cuales sube a Bet-El y otro a Gabaa. Así mataron en el campo a unos treinta hombres de Israel. Y los hijos de Benjamín decían: ¡Están vencidos ante nosotros como antes! Pero los hijos de Israel se habían dicho: Huiremos para alejarlos de la ciudad hasta los caminos. Entonces todos los de Israel se levantaron de su posición y se dispusieron en orden de batalla en Baal-Tamar, mientras que los emboscados de Israel surgían de sus escondites al descampado de Gabaa. Y llegaron frente a Gabaa diez mil hombres escogidos de todo Israel, lo cual hizo que la batalla comenzara a arreciar, sin saber que el desastre se les venía encima. Y aquel día YHVH derrotó a Benjamín ante Israel, y los hijos de Israel mataron a veinticinco mil cien hombres de Benjamín, todos armados de espada. Los hijos de Benjamín vieron entonces que estaban siendo derrotados; sin embargo los hijos de Israel cedieron campo a Benjamín, pues confiaban en la emboscada que habían puesto detrás de Gabaa. Entonces la gente de la emboscada se apresuró y acometió contra Gabaa, y la gente de la emboscada se desplegó y pasaron a filo de espada a toda la ciudad. Y era señal convenida entre los hombres de Israel y los de la emboscada, que estos harían subir una gran humareda desde la ciudad. Así, cuando los hombres de Israel volvieron la espalda en el combate, y los de Benjamín comenzaron a causar bajas entre los hombres de los de Israel, matando a unos treinta hombres, pensaron: De seguro están derrotados ante nosotros como en el primer combate. Pero cuando la humareda comenzó a subir de la ciudad, los de Benjamín miraron hacia atrás, y he aquí de la ciudad subía el humo a los cielos. Entonces los hombres de Israel se volvieron, en tanto que los de Benjamín se consternaron, pues veían que la catástrofe había caído sobre ellos. Por ello volvieron sus espaldas ante los hombres de Israel, y tomaron el camino al desierto. Pero la batalla siguió ardorosa tras ellos, al tiempo que los que salían de la ciudad eran exterminados en medio de ellos. Cercaron así a los benjamitas y los persiguieron sin tregua hasta frente a Gabaa, hacia donde nace el sol. Y de Benjamín cayeron dieciocho mil hombres, todos ellos hombres valientes. Los demás se volvieron y huyeron hacia el desierto hasta la peña de Rimón, y de ellos fueron abatidos en los caminos otros cinco mil hombres, y siguieron persiguiéndolos hasta Gidom, donde mataron a dos mil hombres más. De manera que los que cayeron de Benjamín aquel día fueron veinticinco mil hombres armados de espada, todos ellos hombres de valor. Pero seiscientos hombres se volvieron y huyeron hacia el desierto, hasta la peña de Rimón, y se quedaron en la peña de Rimón cuatro meses. Los de Israel se volvieron contra los hijos de Benjamín y los mataron a filo de espada, tanto hombres como animales, y todo lo que fue hallado, y prendieron fuego a cuantas ciudades hallaron.
Los hombres de Israel habían jurado en Mizpa, diciendo: Ninguno de nosotros dará su hija a los de Benjamín por mujer. Y el pueblo llegó a Bet-El, y allí permanecieron ante Elohim hasta la tarde, y alzando la voz prorrumpieron en gran llanto. Y decían: ¿Por qué, oh YHVH, DIOS de Israel, ha sucedido esto en Israel, que hoy se eche de menos una tribu en Israel? Y aconteció que al día siguiente, el pueblo madrugó, y edificaron allí un altar y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz. Entonces dijeron los hijos de Israel: ¿Quién hay de todas las tribus de Israel que no haya subido con la asamblea ante YHVH? Porque se había hecho un solemne juramento concerniente al que no subiera ante YHVH en Mizpa, diciendo: ¡Que muera irremisiblemente! Y los hijos de Israel se compadecieron de su hermano Benjamín, y dijeron: ¡Hoy ha sido cortada una tribu de Israel! ¿Cómo haremos en cuanto a mujeres para los que fueron dejados, al ver que hemos jurado por YHVH que no les daremos a nuestras hijas por mujeres? Y dijeron: ¿Quién hay de entre todas las tribus de Israel que no haya subido a YHVH en Mizpa? Y he aquí ninguno de los habitantes de Jabes Galaad había ido al campamento, a la asamblea. E hicieron un recuento de la gente, y no se halló a ninguno de Jabes Ga-laad. Entonces la asamblea envió allá doce mil hombres de entre los más valientes y les ordenaron, diciendo: ¡Id y pasad a filo de espada a los habitantes de Jabes Galaad! Esto es lo que haréis: Exterminaréis completamente a todo varón y a toda mujer que haya tenido unión con varón. Y entre los habitantes de Jabes Galaad hallaron cuatrocientas doncellas que no habían conocido varón por unión carnal, las cuales llevaron al campamento en Silo, situado en la tierra de Canaán. Luego la asamblea entera envió emisarios para que parlamentaran con los hijos de Benjamín que estaban en la peña de Rimón y les propusieran la paz. Volvieron, pues, los de Benjamín, y les dieron las mujeres que habían conservado vivas de entre las mujeres de Jabes Galaad, pero no fueron suficientes para ellos. Y el pueblo fue movido a compasión por Benjamín, porque YHVH había abierto una brecha en las tribus de Israel. Dijeron entonces los ancianos de la congregación: ¿Qué haremos en cuanto a mujeres con los que quedan, ya que las mujeres de Benjamín fueron exterminadas? Y agregaron: Los supervivientes sean herederos de Benjamín, para que no sea borrada una tribu de en medio de Israel. Pero nosotros no podemos darles mujeres de entre nuestras hijas. (Por cuanto los hijos de Israel se habían juramentado, diciendo: ¡Maldito quien dé mujer a Benjamín!) Y dijeron: He aquí, se acerca la fiesta anual de YHVH en Silo, al norte de Bet-El, al oriente del camino que sube de Bet-El a Siquem, y al sur de Lebona. Y dieron orden a los hijos de Benjamín, diciendo: Id y preparad una emboscada en las viñas. Estad alerta, y cuando las hijas de Silo salgan a danzar en corro, saldréis de las viñas y cada uno raptará mujer para sí de las hijas de Silo, y luego os iréis a tierra de Benjamín. Y será que cuando sus padres o sus hermanos vengan a pleito ante nosotros, les diremos: Hacednos el favor de concedérnoslas, porque no tomamos para cada uno de ellos su mujer en la batalla, ni las habéis dado a ellos para que ahora seáis culpables de pecado. Y así lo hicieron los hijos de Benjamín, llevándose mujeres según el número de ellos, de entre las danzantes que raptaron. Y encaminados a su heredad, reedificaron las ciudades y habitaron en ellas. También los hijos de Israel se fueron de allí, cada uno a su tribu y a su familia, y salieron cada uno con destino a su heredad. En aquellos días no había rey en Israel. Cada uno hacía lo que bien le parecía.
Comentarios
Publicar un comentario